16 diciembre, 2008
02 agosto, 2008
flash back piazzoleño
Un chasquido sonó seco en su pensamiento oblicuo y perdido. Había entendido todo otra vez. Tal cual se acordaba había sido una noche al borde la la pileta del Tío Julio, en Marcos Paz. La felicidad nítida y helada reventando en bocanadas aire caliente, aferrado al camperón con olor a pasto y humedad de su padre.
Volvieron recuerdos milenarios de veranos y sobras amenas, con un dejo dulzón y enamoradizo.
Recuerdos de otros, jamás vividos, en perpetuo sueño, en pleno goce.
Una imagen pavorosa coló por la hendija una ventana y fue sombra, miedo, reflejo y nada. Desapareció en otro infinito y volvieron a derramarse leches y vasos, se agitó una bandera con el puño ensangrentado y las manos rotas. Volvió el sueño rotundo del fracaso. Despertaron delanteros con números tatuados, con casacas brillantes, y devolvieron las luces a todas las estrellas de la vieja quinta.
En el borde de la pileta el niño susurró algo. Fue indescifrable pues se confundió entre los chiflidos de la puerta electrónica del colectivo. Fueron cuatro cuadras de claridad. Al tocar el timbre actuó como siempre, solo quedaban sensaciones borrosas, desperdigadas en su alma.
Volvieron recuerdos milenarios de veranos y sobras amenas, con un dejo dulzón y enamoradizo.
Recuerdos de otros, jamás vividos, en perpetuo sueño, en pleno goce.
Una imagen pavorosa coló por la hendija una ventana y fue sombra, miedo, reflejo y nada. Desapareció en otro infinito y volvieron a derramarse leches y vasos, se agitó una bandera con el puño ensangrentado y las manos rotas. Volvió el sueño rotundo del fracaso. Despertaron delanteros con números tatuados, con casacas brillantes, y devolvieron las luces a todas las estrellas de la vieja quinta.
En el borde de la pileta el niño susurró algo. Fue indescifrable pues se confundió entre los chiflidos de la puerta electrónica del colectivo. Fueron cuatro cuadras de claridad. Al tocar el timbre actuó como siempre, solo quedaban sensaciones borrosas, desperdigadas en su alma.
27 julio, 2008
Temblando, con el frontal partido por el marrón, por el marronero, cae sobre sus costillas, pesada como un mundo, la res... Cae con estrépito, de bruces sobre el cemento... balando al descuajarse su osamenta, ya sólo un pobre costillar enorme, ya sólo un pobre cuero y sangre, media tonelada de huesos astillados, hincados en toda esa vida temblorosa y atónita... Ahí se va alzando, como un pesado pingajo, atrapada por la pata por un gancho que le salta arriba, que la alza por un ojal abierto en el garrón de un cuchillazo en plena estupidez sentimental, en plena media tonelada de monstruoso dolor, incomprensible, absurdo, balando, plañidera y tonta, como un escarabajo que no piensa, mientras medita lentamente por qué duele tanto y por qué duele qué parte de quién que es ella misma, la res, abierta al descuartizamiento atroz por todas partes, que nunca habían dolido y que eran tantas partes, tan extensas... y que pastando nunca habían dolido... haciendo leche, esperma, músculos, crin y cuero y cornamenta viva, que eran la vida misma manando hacia sus adentros, vibrando tiernamente como un sol cálido hacia sus adentros... y nunca habían dolido... Ya está colgada... Las patas delanteras se enderezan, se endurecen y avanzan hacia adelante y hacia arriba, implorantes y fatalmente rígidas, rematadas en cortas pezuñas que hace un instante amasaban el barro del corral, el estiércol de otros cien balidos, dinosaurios del siglo de las máquinas, nacidos para morir de un marronazo... Ahora ya es carne azul colgada en la heladera: "Uruguay for export"... Aquella res, que murió de un marronazo, cayó y tembló todo el frigorífico... Aquella otra res que recibió el marronazo en plena frente, de dos dedos de espesor, mientras entraba al tubo desconfiando porque allí no había pasto, alcanzó a comprender que había otra res delante, balando, que ya se la llevaba el gancho... y cayó detrás, también, y el cemento tembló bajo esos huesos... Aquella otra res, que esquivó el marronazo y que cayó también, con un ojo reventado y una guampa partida, deshecha, también cayó y tembló la tierra, tembló el marrón, tembló el marronero; la res, murió temblando de dolor y de miedo... de un marronazo en plena frente "for export" del Uruguay...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)